Escapada a New York - Parte 1
Durante esta crónica,
explicaré las aventuras y desventuras de Maribel y mías, mientras cumplimos uno
de nuestros sueños al hacer una escapada a Nueva York. En este viaje, nos acompañaron nuestros amigos
Nacho y Cristina y con ellos estuvimos conociendo, durante una semana, lo más característico de La Gran Manzana...
Comienza
el relato!!
Dia 1
Salimos contentos de
casa a las 9 de la mañana, siendo la temperatura en Alovera de 7 grados. Nos lleva al aeropuerto Julian, el padre de Cristina y llegamos con la antelación programada, de modo que todo marcha perfectamente. Después de los múltiples controles, donde a
cada poco hay que ir enseñando el pasaporte y contestando "cuestionarios
de seguridad" llegamos al embarque de nuestro avión, que además de salir a la hora
prevista, conseguimos sentarnos los 4 juntos.
Los asientos son razonablemente cómodos,
cada uno con una pantalla táctil donde podemos ver películas, escuchar música,
ver las noticias e incluso comprobar los datos del vuelo. El vuelo dura muchas
horas, pero entretenidos cada uno con su pantalla, degustando el simple menú de
comida y utilizando el resto de gadgets como iPad y MP4 (gracias a los
conectores de carga mediante USB), se nos pasa un vuelo bastante cómodo.
Algo más de 8 horas
después, en Philadelphia debemos hacer cambio de avión y pasar aduana
norteamericana. La temida aduana se saldó
con media hora de espera para terminar frente a un mostrador donde dejamos
nuestras huellas dactilares, una fotografía de recuerdo y un nuevo cuestionario sobre nuestras intenciones en el país.
Tras recoger nuestras
maletas de una cinta y comprobar que no faltaba nada en una de las maletas que
habían escogido para inspeccionar, caminamos hasta el siguiente control donde
las depositamos de nuevo en otra cinta que las llevarían a nuestro último avión
hasta Newark. A partir de aquí, ya se
iban haciendo evidentes las grandes diferencias entre el inglés europeo y el
americano, de modo que poco a poco nos tuvimos que ir adaptando a su marcado acento para sufrir lo menos posible...
En Philadelphia nos
correspondía la terminal F, que se encuentra alejada del edificio principal y
tuvimos que tomar un bus que nos llevó a través del enorme aeropuerto. Tras
pasar de nuevo otro control, la clara información disponible nos facilitó
llegar sin problemas hasta la puerta de nuestro avión. A falta de dos horas
para la salida, aprovechamos la wifi del aeropuerto para hacer una
videoconferencia por Skype con nuestras hijas.
Cuando llega el momento
de subir al avión, nos meten al fondo de un tubo pequeño, de no más de 40
pasajeros, donde "disfrutamos" de un divertido viaje en una montaña
rusa. Se trataba de un pequeño y ruidoso avión de hélice, que cabalgaba por el
aire a trompicones, pero que nos facilitó unas bellísimas vistas de la ciudad a
la luz de una redonda luna llena.
Unos contentos, otros
asustados y casi todos mareados, llegamos por fin a Newark. De nuevo la clara
información aeroportuaria nos facilita llegar rápidamente hasta nuestras
maletas, así que tras un breve tentempié de la mano de Dunking Donnuts, nos
dirigimos hacia el taxi. Pactamos el precio en
62$, pero a eso hay que sumar peajes y propinas, así que el resultado total fue
de 90$.
El momento del taxi fue
brutal. El taxista, el típico afroamericano de mediana edad, conducía a golpes
del acelerador, de modo que con el enorme asiento trasero de piel, los que estábamos detrás nos íbamos
moviendo de un lado para otro... Aquellos que habían aguantado sin
marearse en el avión, terminaron de hacerlo en el taxi, y si el viaje dura dos
manzanas más, yo le pinto de gotelé la tapicería del techo.
Finalmente, con una
enorme sonrisa dibujada en la cara, llegamos al hotel Stanford, donde nos
esperaba una más que aceptable habitación en el centro mismo de la ciudad de Manhattan.
Mientras nuestros amigos
Nacho y Cris deciden quedarse a dormir, nosotros elegimos salir a cenar, pues aún
son sólo las 20.30hs. Descubrimos un pequeño
market a poco menos de 100m del hotel, abierto las 24hrs y después dimos una
breve vuelta hasta la calle de atrás donde se levanta imponente el Empire
State.
Justo en frente, en una hamburguesería, cogemos una sencilla cena
"take away", nos la llevamos a la habitación y la devoramos mientras
vimos en la tele un combate de dos bestias luchando por el campeonato del mundo
de vete tú a saber qué modalidad de deporte (ganó el cinturón de campeón el que
le partió al otro la nariz mediante repetidos rodillazos en la cara).
Por fin terminó el día más
largo de nuestra vida mientras escribía ésta crónica a las 4.30hrs de la
madrugada, hora local, debido al maldito jet-lag que no me permitió dormir nada
más que 4 escasas horas...
Al día siguiente
comenzaría nuestro periplo por The Big Apple en Harlem...
Día 2
Este día comienza sin
ruido de despertador, pues llevaba ya casi toda la noche despierto mientras
escribía...
Tras una ducha
reparadora, bajamos a desayunar y nos encontramos un más que aceptable bufete, lo suficientemente completo como para llenar nuestras reservas...
Nada más salir del
hotel, nos dirigimos a la cercana estación de metro (a tan sólo 50 metros de la puerta del hotel), donde adquirimos la
"7 days unlimited metrocard", que nos permitiría viajar en transporte
público durante una semana por tan sólo 29$ cada uno. Con nuestra recién
estrenada tarjeta de transporte, pusimos rumbo a la 125 con Martin Luther King
Av., donde teníamos previsto asistir a una misa Gospel. Llegamos rápidamente a
la Antioch Baptist Church y nos informaron que el acto comenzaría una hora y
media después, de modo que aprovechamos para tomar un tentempié caliente en un
Dunking Donnuts cercano...
Más tarde, llegamos a la
hora precisa a la iglesia, y nos acomodaron amablemente en los bancos traseros,
junto al resto de turistas. La experiencia fue, sencillamente inolvidable!!
Comenzaron pasándose la palabra de unos a otros, mientras lanzaban sentidas
peticiones correspondidas con continuos AMÉN por parte del resto de la
comunidad. Poco a poco se fueron animando hasta que comenzaron los cánticos.
Nunca vi nada igual!! A ritmo de Rock and Roll, se iban incorporando cada vez más
voces mientras subía el nivel de excitación con bailes cada vez más llamativos.
La animación fue "in crescendo" durante más de dos horas y media, hasta llegar al
éxtasis del acto, en el que ofrecieron a todos los visitantes participar con
los miembros de la comunidad en un rezo privado. Nosotros nos acercamos para
vivir en primera persona la experiencia, y cada uno de nosotros se abrazó a la
persona que se iba quedando libre para, con gran respeto y emoción, sentir su
calor y sus repetidas bendiciones.
Durante este momento de
comunión, vimos lagrimas, risas, saltos, alegría, bailes e incluso desmayos. La
emoción y el sentimiento se desbordaba... Pasaron unos grandes cestos para las
contribuciones a la iglesia y nosotros aportamos con plena satisfacción, los dólares mejor invertidos de todo el viaje... Nos mantuvimos hasta el último
momento en nuestros sitios y finalizamos agradeciendo la amabilidad y el calor
recibido a uno de los participantes más activos, calor que se hizo más evidente
cuando salimos a los 5 grados bajo cero del exterior.
Después de la misa, nos
dirigimos en autobús hacia el Natural History Museum, situado junto al Central
Park. Antes de entrar en el museo, comimos en una famosa cadena de hamburgueserías
de la ciudad que ninguno de nosotros había conocido aún. El local estaba a tope
de gente y tuvimos que comer en los bancos previstos para la espera de los
pedidos. Tras la comida, fuimos
dando un paseos hasta el museo y entramos al hall de entrada, donde unos
enormes esqueletos de dinosaurios reposaban con majestuosidad. El precio de
entrada era de 19$ por persona, de modo que elegimos no entrar para aprovechar
el persistente sol que lucía en Central Park para pasear por sus nevados
caminos.
En el famoso parque, disfrutamos del desparpajo de las ardillas e
incluso caminamos por el lago helado, siempre llevando la dirección del MET,
otro famoso museo cercano.
Llegamos al otro museo
20 minutos antes del cierre, así que dimos un rápido vistazo a las salas
principales y pusimos rumbo al hotel a pié por la famosa Quinta Avenida. Las
vistas de la ciudad desde allí eran preciosas, de modo que estuvimos un tiempo
lanzando fotos en todas las direcciones. Pasamos por la más importante tienda
de Apple del mundo, a la que le dedicamos casi una hora, y a su vecina tienda
de juguetes FOA, famosa por tener el piano pisable de la película Big (y que
por supuesto, estuvimos probando).
La tienda nos demoró
otra hora más, así que ya completamente de noche atravesamos la llamada Milla
de Oro, famosa por las tiendas más exclusivas y caras del mundo (Tiffany's,
Bulgari, etc...).
Poco después, ya más
cercana a La Milla Española (llamada así por encontrarse algunas de las tiendas
españolas más famosas del mundo, como Zara), pasamos a cenar a un Friday, donde
pagamos la novatada de la Quinta Avenida al cenar a un precio desorbitado para
la más que normalita comida que nos pusieron (por ejemplo, la hamburguesa más pequeña 18$, bebida a parte)...
Completamente agotados,
seguimos caminando hasta el hotel, donde llegamos antes de las 21hrs para
reponer energías intentando, ahora sí, dormir del tirón. Al día siguiente teníamos
previsto la emotiva visita al Memorial 9/11.
Día 3
El tercer día amaneció
revuelto. Después del desayuno nos dirigimos en autobús al sur de la isla en
busca del World Trade Center y según avanzábamos, comenzó progresivamente a
caer nieve cada vez más copiosa. Cuando llegamos a la zona, la manta de nieve
dificultaba la realización de fotos por miedo a romper las cámaras, así que
tras una visita a un Starbucks Cafe nos metimos a un Century 21 para los
primeros compases del típico "shopping" newyorquino.
Un par de horas y unos
abrigos nuevos después, salimos del centro comercial para pasar a St. Paul. Se
trata de la pequeña iglesia que se encuentra enfrente de la Zona Cero y que fue
refugio de los equipos de salvamento durante los fatídicos atentados.
Es un
lugar entrañable y emotivo, centro de peregrinación de aquellos cuyo
sentimiento, religioso o no, le invita a conocer más de cerca los miles de
casos particulares, con fatal desenlace en su mayoría. Cada rincón acumula
multitud de recuerdos del trágico día, uno de los más impactantes el traje
completo de un bombero que sufrió en primera persona los trabajos de rescate de
las víctimas.
Con un nudo en la
garganta, y lágrimas en los ojos, salimos de la iglesia y continuamos el
recorrido hacia Wall Street. La nieve nos dio una pequeña tregua y encontramos
un rinconcito en el que servían unos bocadillos con muy buena pinta. Comimos
bien, aunque la falta de amabilidad de una de las camareras comenzó enfadándonos, pero terminó por hacernos reír.
Aún teníamos una hora
para nuestra entrada al Memorial 9/11 que habíamos reservado por Internet así
que fuimos a ver el famoso toro de bronce de Financial District que representa
la fortaleza del sistema económico de USA y le dedicamos un buen rato
disparando fotos.
A continuación, entramos
al Memorial. En el lugar en que se encontraban las torres gemelas, han construido unas enormes piscinas rodeadas de unas anchas barandas grabadas con el nombre
de todas las víctimas. Todo ello alrededor de un sencillo parque de árboles de
hoja caduca cuyo miembro destacado es un peral que se encontraba entre las dos
torres y que milagrosamente sobrevivió a los atentados... En el centro del
complejo, está construyéndose el futuro museo en el que pudimos ver a través de
los cristales parte de la estructura original de una de las torres.
Finalmente, pasamos por
la tienda de recuerdos del 9/11 donde estuvimos viendo, entre otras cosas, un vídeo
de testimonios muy emocionante. Nuestros amigos
decidieron en ese momento volver al hotel, así que quedamos para vernos más
tarde y nosotros seguimos callejeando por el distrito financiero un rato más.
Sobre las 4 de la tarde,
pasamos también por el hotel para recoger a nuestros amigos y, como el plan
principal de ir a comprar a New Jersey y no pudimos cumplirlo por no tener
autobús disponible, nos dirigimos hacia Times Square para buscar alguna entrada
baratita para algún musical de Broadway. Decidimos sacar para "Chicago,
The Musical", ya que estaban al 50% de descuento y pagamos por ellas 75$
cada uno. En las dos horas que quedaban hasta el espectáculo, aprovechamos para
recorrer las distintas tiendas de la zona. A mi me pareció que los excesos de
luz, carteles y pantallas rozan lo obsceno. Se trata de un derroche de recursos
energéticos brutal, donde cada anunciante puja con el de al lado por ser el más
llamativo... Mención especial merecen la tienda de M&M y el impresionante
Toy's R us con una noria de feria en su interior.
Llegado el momento del
musical, accedimos al interior para pasar dos horas maravillosas de música,
canto y baile en vivo. Podría dedicar un capítulo entero para explicar lo que
representa presenciar un espectáculo así en un sitio como este, pero tan sólo voy
a decir que es TOTALMENTE recomendable.
Un vez finalizado el
musical, estuvimos dando un paseo de regreso al hotel, situado a escasas calles
de allí, no sin antes cenar algo por el camino.
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