Vacaciones en autocaravana por los Países Bajos!!! - 3ª y última Parte
Nos levantamos con una luminosa mañana y con ganas de visitar alguno de los famosos diques que se construyeron para mantener prácticamente la tercera parte del país por debajo del nivel del mar y elegimos el dique Oostercheldekering, el mas grande del proyecto Delta, y que es considerada una de las siete maravillas del mundo moderno según la “American Society of Civil Engineers”, al ser la barrera artificial mas grande del mundo. La ruta nos llevó por el Europort, que es el puerto de Rotterdam, el mas grande de Europa y cuarto del mundo, y que resulta increíble la cantidad de contenedores, vehículos y demás productos que esperan para entrar o salir del continente. Desde la carretera no se el puerto al completo (tiene una longitud de mas de 40 kms), pero te haces una idea de lo que tiene que ser esa macro-ciudad...
En seguida llegamos a la zona costera en la que se van alternando el paso por las islas conectadas por construcciones artificiales que las unen. En una ocasión, pude ver por encima de mi el paso de un barco por el mar, a un nivel claramente mas elevado que la carretera, y que hace que te des cuenta de lo que un buen grupo de ingenieros pueden llegar a construir con dinero y paciencia. También es una zona en la que corre mucho viento y está llena de aficionados al kitesurf practicando su deporte favorito.
Estacionamos junto al dique Oostercheldekering, sacamos las bicicletas para recorrer una parte del mismo, y estuvimos dando unas vueltas por la zona. Debido al fuerte viento, no pude hacer las fotos que me hubiera gustado del gran dique, así que sacamos otras imágenes de los mas pequeños junto a éste, y que son suficientes para comprobar la magnitud de las obras realizadas. La pena es que las fotos no permiten apreciar la gran diferencia de nivel del agua que había entre ambas partes de los diques, aunque os aseguro que merece la pena verlo al menos una vez en la vida...
Estuvimos merendando en un pequeño puerto deportivo que había en la zona, y volvimos de nuevo a las autocaravanas para decidir nuestra siguiente etapa del viaje. Para esta ocasión, Oscar e Isa se estaban quedando sin días y tenían que iniciar poco a poco el regreso, así que pusimos rumbo al sur, en dirección a Lisse, cuya comarca es famosa por los campos de tulipanes (aunque no tuvimos la oportunidad de ver ninguno en flor). En este bonito pueblo, paramos a pasear un rato y estuvimos de compras por un mercado entrañable, en el que pudimos degustar una deliciosa macedonia de frutas de la zona. Además, tuve por fin la oportunidad de entrar en una tienda de bicicletas, donde me compré un timbre con el típico sonido holandés y unas banderas para las bicicletas de las niñas.
De allí, pusimos dirección a otro pueblo que quería visitar: Leiden. Fue un trayecto muy corto y precioso, por carreteras comarcales de bonitos paisajes. Llegamos a Leiden a la hora de comer e intenté estacionar en el parking del castillo Burcht para luego visitar los alrededores, pero resultó imposible por la densidad de tráfico. Así que estuvimos comiendo en una orilla del río Rin, con unas maravillosas vistas del castillo.
Cuando terminamos de comer, estuvimos decidiendo donde pasar la noche, y surgió la idea de un camping que me habían recomendado en un bonito pueblo belga: Rochefort (no confundir con el Rochefort francés). Sólo nos separaban 280 kms de allí, de modo que tomamos la decisión de dejar Holanda para adentrarnos en Bélgica y pasar la noche en dicho camping. Este tramo lo hicimos un poco mas deprisa, por autovía, para no llegar muy tarde a Rochefort, de modo que en poco menos de 3 horas llegamos a nuestro destino.
El camping nos encantó!! Además, había una oferta para autocaravanistas (cuanto tienen que aprender los camping españoles...) de 15 euros la noche, con posibilidad de carga, descarga, luz, parcela grande de un perfecto césped, piscina y tenis, entre otros servicios habituales de los camping... En la oficina de información nos dijeron que, además de monumentos y otras cosas interesantes que se podían visitar por la zona, estaban las bonitas grutas de “Han Sur Lesse”. Debido a lo encantadores que eran los responsables del camping, lo estupendamente cómodos que estábamos y a todo aquello que podríamos visitar al día siguiente sin mover los vehículos, decidimos quedarnos dos noches allí y descansar de tanta carretera. Así que bajamos las bicicletas, montamos los toldos y dedicamos el resto de la tarde a pasear por el pueblo y a cenar tranquilamente.
A la mañana siguiente, nos dirigimos a las cuevas para visitarlas. Un viejo tranvía nos subió, de una manera muy brusca y emocionante, a la entrada de la gruta. Allí, los grupos que se hicieron sólo hablarían en belga y holandés. Yo pedí que resumieran todo lo posible en inglés para enterarme de algo, y amablemente así lo hicieron los guías. Recorrimos los 2 km que muestran al público (aunque la cueva conocida tiene mas de 20 km de longitud) en poco mas de 2 horas, y salimos a un merendero precioso donde multitud de familias paseaban, comían y disfrutaban del aire libre.
La entrada a la cueva incluía también la participación en un juego interactivo en un cine de 3 dimensiones y fuimos allí a experimentarlo. El juego consistía en encontrar a unos niños que se habían perdido en la cueva, utilizando un joystick en determinados momentos para coger cosas, disparar a bichos o interactuar con los actores de la película. La filmación, como ya era habitual, se podía disfrutar en varios idiomas, entre ellos (afortunadamente para mi) en inglés, pero no en español. Además del mando, tenías que utilizar gafas 3D y unos cascos con micro y en cada fase de la película, te iban diciendo lo que tenías que hacer. La prueba final consistió en chillar fuerte para llamar a los pequeños y allí se notó que éramos españoles, pues cuando dije “chillad fuerteeeeee”, sólo se nos oyó a nosotros, jejeje... He de terminar diciendo con orgullo, que yo gané el juego al obtener la máxima puntuación!!
De modo que salimos de allí, en mi caso ligeramente mareado, y nos fuimos de nuevo al camping para recoger las bicicletas y recorrer el centro de la ciudad. Disfrutamos durante el resto del día del bonito centro histórico de Rochefort hasta media tarde, en que nos fuimos a la pista de tenis del camping para hacer recordar a Nerea su drive y su revés.
Por fin, una vez caída la noche, cenamos tranquilamente mientras descansábamos del agitado “día de descanso” que habíamos tenido. Al día siguiente decidimos tirar directamente hacia París para despedirnos de Oscar e Isa, ya que sus días de vacaciones llegaban a su fin, de modo que omitimos la entrada a Luxemburgo que habíamos previsto originalmente.
Nos levantamos esa mañana sabiendo que el día iba a ser un poco mas soso que los anteriores que habíamos vivido, ya que nos quedaban por delante casi 400 kms y poco tiempo para dedicar a conocer nuevos lugares. Así que ese día tiene poco que contar, pues nada mas que paramos a repostar y a comer en un pequeño pueblecito de cuyo nombre no logro acordarme (en el que durante la comida nos refrescamos con una pequeña tormenta veraniega).
Finalmente, mas contentos que cansados, llegamos a última hora de la tarde Disneyland París, en cuyo parking estacionamos para pasar la noche y a la mañana siguiente Oscar e Isa regresarían a casa, mientras nosotros nos quedaríamos unos días en el parque dedicados a nuestras hijas.
Amaneció nublado y fresco y, tras una emocionante despedida de nuestros amigos, entramos al complejo para que, a partir de ese momento, quien mandaran fueran Nerea y Lucía. No voy a explayarme con lo que hicimos en el parque, pues sería largo y pesado, pero resumiré un poco aquello que me parece importante. Era nuestra tercera visita a Disney, de modo que ya sabíamos como movernos, donde subir y donde comer. Había mucha mas gente que la que habíamos tenido en años anteriores, pero aún así estuvimos tres días completos en el parque disfrutando de cada momento. De ahí salieron una barbaridad de fotografías y unas buenas experiencias inolvidables.
Hay una atracción nueva (Hollywood Tower Hotel) que es realmente emocionante, pues es una lanzadera a oscuras con imágenes que te hacen despistarte, no sabiendo si estás arriba o abajo, y que te provoca unas sensaciones increíbles. Maribel ya había oído lo que era y se negó a subir, pero mis valientes hijas se atrevieron a probarlo conmigo (posteriormente les dije de repetir y me dijeron que de eso nada, jejeje...)
Así que, pasados los tres días en que las niñas disfrutaron de verdad sus vacaciones, pusimos rumbo a casa, no sin antes dar un rodeo por Normandía y la Bretaña. El primer sitio elegido para visitar fue Le Mont Sant Michel. Esta bella ciudad se encuentra a poco mas de 300 kms de París, y elegimos la ruta que pasa por Caen. Ya solos, nos organizamos de otra manera haciendo mas paradas en sitios que nos llamaba la atención y tirando mas deprisa en los sitios en los que nos interesaba avanzar, de modo que, tras disfrutar de una precios ruta por la costa atlántica, llegamos antes de las 18 hrs a Saint Michel. La primera frase que dijo Maribel al llegar a la falda del monte fue: “Es el sitio mas bello que he visitado nunca”. No le faltaba razón (aunque para mi gusto ese sitio es Brujas), ya que es un emplazamiento maravilloso. Estacionamos justo delante de la muralla, en un aparcamiento de autocaravanas que costaba 12 euros la noche, con unas vistas desde la cama de la autocaravana preciosas y rodeados por el Océano Atlántico.
Dedicamos toda la tarde-noche a visitar la ciudad y los alrededores de la abadía, y una vez caído el sol, volvimos para cenar. Las mejores vistas las disfrutamos por la noche, y es una pena que yo sea un fotógrafo pésimo, ya que las fotos que pude sacar no tienen ni punto de comparación con lo que se puede ver en persona. Nos llamó mucho la atención que una gran cantidad de autocaravanistas se sacaran sus sillas y tumbonas de cara a la bonita imagen de la ciudadela iluminada, y curiosamente hubiera un silencio sepulcral que ponía los vellos de punta. A cada poco se veían los flashes de las cámaras recordándonos que, aunque no se oyera un alma, no estábamos solos. Disfrutamos de ese momento mágico hasta que, ya rendidos, nos fuimos a descansar. Aún desde la cama, la vista de la ciudad te invitaba a no dormirte nunca, de modo que no se si estuvimos así 15 minutos o 2 horas, hasta cerrar los ojos con esa imagen en la mente.
A la mañana siguiente, nada mas abrir los ojos los dirigimos a la ciudad, pero lo que vimos nos sorprendió. NO SE VEÍA NADA!! Parecíamos estar en medio del océano, pues sólo se apreciaba el mar que nos rodeaba y una enorme nube gris delante. Parecía que el monte entero había sido engullido por algo y tardamos unos segundos en entender que era la niebla la que lo tapaba. Una vez aseados, salimos de la autocaravana y allí estaba de nuevo la ciudad, con un luminoso día recibiéndola.
Desayunamos allí mismo y, con mucha pena de abandonar ese lugar, nos pusimos de nuevo en ruta con nuestro siguiente objetivo: Saint Maló.
Saint Maló, también conocida como “La Ciudad Corsaria”, está a escasos 60 kms de Le Mont Saint Michel, de modo que en menos de una hora, habíamos estacionado la autocaravana junto a la muralla, para visitar el “Intramuro”. Paseamos por la parte superior de la muralla, rodeando todo el pueblo, y pudimos comprobar como es la vida diaria de esa bella ciudad gracias a la privilegiada vista que teníamos desde arriba. En una primera vuelta, decidimos lo que queríamos ver luego desde abajo, así como donde íbamos a comer. En la parte trasera, la muralla caía hasta la playa, y aprovechamos para dar una vuelta entre las rocas, jugueteando con las gaviotas que nos pedían insistentemente algo de comida.
Ya dentro de la muralla, visitamos las tiendas y compramos unos souvenirs, hasta llegar al restaurante que nos había gustado para comer. Tras deleitarnos con los ricos alimentos de la zona, nos fuimos dirigiendo al parking para continuar nuestro viaje.
La siguiente parada la habíamos previsto en una bella localidad de la Bretaña de la que había oído hablar y nos apetecía mucho visitar: Dinan.
Llegamos a Dinan muy rápido, pues sólo lo separan 35 kms de Saint Maló. Es una ciudad medieval en una colina amurallada, en un estado de conservación excepcional. Estacionamos en un parking para autocaravanas en la entrada y paseamos por sus preciosas calles que te transportan al pasado. Subimos hasta la plaza central, en la que estuvimos escuchando música folklórica que un grupo de chicas tocaban mientras degustábamos unos ricos helados. Hay una calle estrecha y muy larga que baja desde lo alto de la colina al puerto de agua dulce que hay abajo del todo y la recorrimos sin prisa, visitando los comercios locales. Fue una delicia de paseo, pues era un día de diario, sin apenas turistas, y en los que los habitantes de la localidad seguían con sus vidas cotidianas con nosotros como excepcionales testigos.
Llegamos a la autocaravana a media tarde y, como ya nos dimos por satisfechos de lo que habíamos visitado en ese día, nos pusimos de nuevo en marcha para buscar un sitio para dormir. Nuestro siguiente destino era la “Dune du Pylat”, pero como estaba a mas de 500 kms, paramos a medio camino a dormir en una ciudad próxima a Nantes.
Pasamos nuestra primera noche en todas las vacaciones en la que no puse el despertador y dormimos mas de 10 horas. A estas alturas, ya se notaba el cansancio acumulado y cada vez nos costaba mas trabajo levantarnos por la mañana, así que continuamos la ruta mas tarde de lo que era habitual en nosotros. A medio día, llegamos a nuestro destino en La Teste de Buch, para visitar la Dune du Pylat.
Pylat es una gran duna formada por la arena natural costera acumulada en el Golfo de Vizcaya, que tiene una longitud de casi 3 kms, y una altura de mas de 100 metros. Está justo entre la costa y el bosque del Parque Natural de las Landas de Gascuña, provocando un espectacular paisaje natural. Aparcamos la autocaravana en el parking, a 8 euros las 4 horas, y cámara en mano iniciamos el ascenso a la cresta de la duna.
Exactamente en el momento en que coronamos la duna, el cielo cayó sobre nuestras cabezas. Comenzó a caernos un tormentón bestial, sin posibilidad de ningún sitio donde podernos resguardar (100 metros de altura, por unas escaleras que tardamos 20 minutos en completar), así que Maribel decidió bajar por la arena a saltos, con las niñas, pero yo, que llevaba la cámara de fotos y aún no la había sacado, decidí aguantar el chaparrón, con la bolsa de la cámara dentro de la camiseta y mi cuerpo curvado para evitar que le cayera agua, para poder fotografiar las maravillosas vistas. Estuve en esa posición poco mas de 10 minutos, tiempo suficiente para empaparme de arriba a abajo (creo que ni en la ducha me habría mojado tanto...), hasta encontrar un pequeño respiro en el que aproveché para hacer cuatro fotos en las direcciones de los puntos cardinales.
Cuando bajé, a los cuatro nos dio un ataque de risa de vernos empapados y llenos de arena hasta la cintura, así que calados pero contentos, nos fuimos a la autocaravana. Nada mas llegar, una ducha y el pijama puesto, de modo que teníamos la opción de seguir pagando 8 euros por las siguientes 4 horas, o salir de allí a buscar un sitio tranquilo donde dormir... Elegimos la segunda opción, y le pedí al navegador el siguiente área de pernocta en ruta.
Desde que bajamos de la duna, no dejó de llover hasta el día siguiente, así que la noche la pasamos, sin bajarnos de la autocaravana, en la bonita localidad francesa Sant Jean Pied de Port, en plenos Pirineos.
A la mañana siguiente, bajo la manta de agua, continuamos nuestro camino hacia casa, pasando por Pamplona, que se encontraba en la recta final de los San Fermines. Ya coincidimos en viajes anteriores con esas fiestas, así que decidimos no perder mucho tiempo y tirar hasta casa, puesto que ya teníamos ganas de abrazar a nuestra fauna que nos esperaba ansiosa.
A las 10 de la noche del día 13 de julio entrábamos a Alovera, después de haber vivido nuestro mejor y mas largo viaje en autocaravana de todos los que hemos hecho hasta ahora. El balance del viaje ha sido 100% positivo: la autocaravana ha tenido un consumo de 10,1 l/100km durante los mas de 5000 kms que hemos hecho, hemos gastado casi 600 euros en gasoil y otros 2500 euros en comidas, bebidas, campings, entradas (Disney, cueva, etc...) y regalos varios. Ya tenemos la mente en los próximos viajes que, si todo va según lo previsto, serán en octubre a Escocia en moto (Maribel y yo solos... nuestro viaje!!) y el año próximo, si hilamos bien las fechas, intentaremos ir a Cabo Norte (Noruega) en la autocaravana.
Un fuerte abrazo a todos y muchas gracias por haber llegado hasta aquí... HASTA SIEMPRE!!
Daniel M.
PD. Todo aquel que tenga interés en ver mas fotos de algún lugar en particular, incluso la colección entera (1.320 fotos), no tiene mas que decírmelo y le envío el enlace de un servidor donde las he colgado.
En seguida llegamos a la zona costera en la que se van alternando el paso por las islas conectadas por construcciones artificiales que las unen. En una ocasión, pude ver por encima de mi el paso de un barco por el mar, a un nivel claramente mas elevado que la carretera, y que hace que te des cuenta de lo que un buen grupo de ingenieros pueden llegar a construir con dinero y paciencia. También es una zona en la que corre mucho viento y está llena de aficionados al kitesurf practicando su deporte favorito.
Estacionamos junto al dique Oostercheldekering, sacamos las bicicletas para recorrer una parte del mismo, y estuvimos dando unas vueltas por la zona. Debido al fuerte viento, no pude hacer las fotos que me hubiera gustado del gran dique, así que sacamos otras imágenes de los mas pequeños junto a éste, y que son suficientes para comprobar la magnitud de las obras realizadas. La pena es que las fotos no permiten apreciar la gran diferencia de nivel del agua que había entre ambas partes de los diques, aunque os aseguro que merece la pena verlo al menos una vez en la vida...
Estuvimos merendando en un pequeño puerto deportivo que había en la zona, y volvimos de nuevo a las autocaravanas para decidir nuestra siguiente etapa del viaje. Para esta ocasión, Oscar e Isa se estaban quedando sin días y tenían que iniciar poco a poco el regreso, así que pusimos rumbo al sur, en dirección a Lisse, cuya comarca es famosa por los campos de tulipanes (aunque no tuvimos la oportunidad de ver ninguno en flor). En este bonito pueblo, paramos a pasear un rato y estuvimos de compras por un mercado entrañable, en el que pudimos degustar una deliciosa macedonia de frutas de la zona. Además, tuve por fin la oportunidad de entrar en una tienda de bicicletas, donde me compré un timbre con el típico sonido holandés y unas banderas para las bicicletas de las niñas.
De allí, pusimos dirección a otro pueblo que quería visitar: Leiden. Fue un trayecto muy corto y precioso, por carreteras comarcales de bonitos paisajes. Llegamos a Leiden a la hora de comer e intenté estacionar en el parking del castillo Burcht para luego visitar los alrededores, pero resultó imposible por la densidad de tráfico. Así que estuvimos comiendo en una orilla del río Rin, con unas maravillosas vistas del castillo.
Cuando terminamos de comer, estuvimos decidiendo donde pasar la noche, y surgió la idea de un camping que me habían recomendado en un bonito pueblo belga: Rochefort (no confundir con el Rochefort francés). Sólo nos separaban 280 kms de allí, de modo que tomamos la decisión de dejar Holanda para adentrarnos en Bélgica y pasar la noche en dicho camping. Este tramo lo hicimos un poco mas deprisa, por autovía, para no llegar muy tarde a Rochefort, de modo que en poco menos de 3 horas llegamos a nuestro destino.
El camping nos encantó!! Además, había una oferta para autocaravanistas (cuanto tienen que aprender los camping españoles...) de 15 euros la noche, con posibilidad de carga, descarga, luz, parcela grande de un perfecto césped, piscina y tenis, entre otros servicios habituales de los camping... En la oficina de información nos dijeron que, además de monumentos y otras cosas interesantes que se podían visitar por la zona, estaban las bonitas grutas de “Han Sur Lesse”. Debido a lo encantadores que eran los responsables del camping, lo estupendamente cómodos que estábamos y a todo aquello que podríamos visitar al día siguiente sin mover los vehículos, decidimos quedarnos dos noches allí y descansar de tanta carretera. Así que bajamos las bicicletas, montamos los toldos y dedicamos el resto de la tarde a pasear por el pueblo y a cenar tranquilamente.
A la mañana siguiente, nos dirigimos a las cuevas para visitarlas. Un viejo tranvía nos subió, de una manera muy brusca y emocionante, a la entrada de la gruta. Allí, los grupos que se hicieron sólo hablarían en belga y holandés. Yo pedí que resumieran todo lo posible en inglés para enterarme de algo, y amablemente así lo hicieron los guías. Recorrimos los 2 km que muestran al público (aunque la cueva conocida tiene mas de 20 km de longitud) en poco mas de 2 horas, y salimos a un merendero precioso donde multitud de familias paseaban, comían y disfrutaban del aire libre.
La entrada a la cueva incluía también la participación en un juego interactivo en un cine de 3 dimensiones y fuimos allí a experimentarlo. El juego consistía en encontrar a unos niños que se habían perdido en la cueva, utilizando un joystick en determinados momentos para coger cosas, disparar a bichos o interactuar con los actores de la película. La filmación, como ya era habitual, se podía disfrutar en varios idiomas, entre ellos (afortunadamente para mi) en inglés, pero no en español. Además del mando, tenías que utilizar gafas 3D y unos cascos con micro y en cada fase de la película, te iban diciendo lo que tenías que hacer. La prueba final consistió en chillar fuerte para llamar a los pequeños y allí se notó que éramos españoles, pues cuando dije “chillad fuerteeeeee”, sólo se nos oyó a nosotros, jejeje... He de terminar diciendo con orgullo, que yo gané el juego al obtener la máxima puntuación!!
De modo que salimos de allí, en mi caso ligeramente mareado, y nos fuimos de nuevo al camping para recoger las bicicletas y recorrer el centro de la ciudad. Disfrutamos durante el resto del día del bonito centro histórico de Rochefort hasta media tarde, en que nos fuimos a la pista de tenis del camping para hacer recordar a Nerea su drive y su revés.
Por fin, una vez caída la noche, cenamos tranquilamente mientras descansábamos del agitado “día de descanso” que habíamos tenido. Al día siguiente decidimos tirar directamente hacia París para despedirnos de Oscar e Isa, ya que sus días de vacaciones llegaban a su fin, de modo que omitimos la entrada a Luxemburgo que habíamos previsto originalmente.
Nos levantamos esa mañana sabiendo que el día iba a ser un poco mas soso que los anteriores que habíamos vivido, ya que nos quedaban por delante casi 400 kms y poco tiempo para dedicar a conocer nuevos lugares. Así que ese día tiene poco que contar, pues nada mas que paramos a repostar y a comer en un pequeño pueblecito de cuyo nombre no logro acordarme (en el que durante la comida nos refrescamos con una pequeña tormenta veraniega).
Finalmente, mas contentos que cansados, llegamos a última hora de la tarde Disneyland París, en cuyo parking estacionamos para pasar la noche y a la mañana siguiente Oscar e Isa regresarían a casa, mientras nosotros nos quedaríamos unos días en el parque dedicados a nuestras hijas.
Amaneció nublado y fresco y, tras una emocionante despedida de nuestros amigos, entramos al complejo para que, a partir de ese momento, quien mandaran fueran Nerea y Lucía. No voy a explayarme con lo que hicimos en el parque, pues sería largo y pesado, pero resumiré un poco aquello que me parece importante. Era nuestra tercera visita a Disney, de modo que ya sabíamos como movernos, donde subir y donde comer. Había mucha mas gente que la que habíamos tenido en años anteriores, pero aún así estuvimos tres días completos en el parque disfrutando de cada momento. De ahí salieron una barbaridad de fotografías y unas buenas experiencias inolvidables.
Hay una atracción nueva (Hollywood Tower Hotel) que es realmente emocionante, pues es una lanzadera a oscuras con imágenes que te hacen despistarte, no sabiendo si estás arriba o abajo, y que te provoca unas sensaciones increíbles. Maribel ya había oído lo que era y se negó a subir, pero mis valientes hijas se atrevieron a probarlo conmigo (posteriormente les dije de repetir y me dijeron que de eso nada, jejeje...)
Así que, pasados los tres días en que las niñas disfrutaron de verdad sus vacaciones, pusimos rumbo a casa, no sin antes dar un rodeo por Normandía y la Bretaña. El primer sitio elegido para visitar fue Le Mont Sant Michel. Esta bella ciudad se encuentra a poco mas de 300 kms de París, y elegimos la ruta que pasa por Caen. Ya solos, nos organizamos de otra manera haciendo mas paradas en sitios que nos llamaba la atención y tirando mas deprisa en los sitios en los que nos interesaba avanzar, de modo que, tras disfrutar de una precios ruta por la costa atlántica, llegamos antes de las 18 hrs a Saint Michel. La primera frase que dijo Maribel al llegar a la falda del monte fue: “Es el sitio mas bello que he visitado nunca”. No le faltaba razón (aunque para mi gusto ese sitio es Brujas), ya que es un emplazamiento maravilloso. Estacionamos justo delante de la muralla, en un aparcamiento de autocaravanas que costaba 12 euros la noche, con unas vistas desde la cama de la autocaravana preciosas y rodeados por el Océano Atlántico.
Dedicamos toda la tarde-noche a visitar la ciudad y los alrededores de la abadía, y una vez caído el sol, volvimos para cenar. Las mejores vistas las disfrutamos por la noche, y es una pena que yo sea un fotógrafo pésimo, ya que las fotos que pude sacar no tienen ni punto de comparación con lo que se puede ver en persona. Nos llamó mucho la atención que una gran cantidad de autocaravanistas se sacaran sus sillas y tumbonas de cara a la bonita imagen de la ciudadela iluminada, y curiosamente hubiera un silencio sepulcral que ponía los vellos de punta. A cada poco se veían los flashes de las cámaras recordándonos que, aunque no se oyera un alma, no estábamos solos. Disfrutamos de ese momento mágico hasta que, ya rendidos, nos fuimos a descansar. Aún desde la cama, la vista de la ciudad te invitaba a no dormirte nunca, de modo que no se si estuvimos así 15 minutos o 2 horas, hasta cerrar los ojos con esa imagen en la mente.
A la mañana siguiente, nada mas abrir los ojos los dirigimos a la ciudad, pero lo que vimos nos sorprendió. NO SE VEÍA NADA!! Parecíamos estar en medio del océano, pues sólo se apreciaba el mar que nos rodeaba y una enorme nube gris delante. Parecía que el monte entero había sido engullido por algo y tardamos unos segundos en entender que era la niebla la que lo tapaba. Una vez aseados, salimos de la autocaravana y allí estaba de nuevo la ciudad, con un luminoso día recibiéndola.
Desayunamos allí mismo y, con mucha pena de abandonar ese lugar, nos pusimos de nuevo en ruta con nuestro siguiente objetivo: Saint Maló.
Saint Maló, también conocida como “La Ciudad Corsaria”, está a escasos 60 kms de Le Mont Saint Michel, de modo que en menos de una hora, habíamos estacionado la autocaravana junto a la muralla, para visitar el “Intramuro”. Paseamos por la parte superior de la muralla, rodeando todo el pueblo, y pudimos comprobar como es la vida diaria de esa bella ciudad gracias a la privilegiada vista que teníamos desde arriba. En una primera vuelta, decidimos lo que queríamos ver luego desde abajo, así como donde íbamos a comer. En la parte trasera, la muralla caía hasta la playa, y aprovechamos para dar una vuelta entre las rocas, jugueteando con las gaviotas que nos pedían insistentemente algo de comida.
Ya dentro de la muralla, visitamos las tiendas y compramos unos souvenirs, hasta llegar al restaurante que nos había gustado para comer. Tras deleitarnos con los ricos alimentos de la zona, nos fuimos dirigiendo al parking para continuar nuestro viaje.
La siguiente parada la habíamos previsto en una bella localidad de la Bretaña de la que había oído hablar y nos apetecía mucho visitar: Dinan.
Llegamos a Dinan muy rápido, pues sólo lo separan 35 kms de Saint Maló. Es una ciudad medieval en una colina amurallada, en un estado de conservación excepcional. Estacionamos en un parking para autocaravanas en la entrada y paseamos por sus preciosas calles que te transportan al pasado. Subimos hasta la plaza central, en la que estuvimos escuchando música folklórica que un grupo de chicas tocaban mientras degustábamos unos ricos helados. Hay una calle estrecha y muy larga que baja desde lo alto de la colina al puerto de agua dulce que hay abajo del todo y la recorrimos sin prisa, visitando los comercios locales. Fue una delicia de paseo, pues era un día de diario, sin apenas turistas, y en los que los habitantes de la localidad seguían con sus vidas cotidianas con nosotros como excepcionales testigos.
Llegamos a la autocaravana a media tarde y, como ya nos dimos por satisfechos de lo que habíamos visitado en ese día, nos pusimos de nuevo en marcha para buscar un sitio para dormir. Nuestro siguiente destino era la “Dune du Pylat”, pero como estaba a mas de 500 kms, paramos a medio camino a dormir en una ciudad próxima a Nantes.
Pasamos nuestra primera noche en todas las vacaciones en la que no puse el despertador y dormimos mas de 10 horas. A estas alturas, ya se notaba el cansancio acumulado y cada vez nos costaba mas trabajo levantarnos por la mañana, así que continuamos la ruta mas tarde de lo que era habitual en nosotros. A medio día, llegamos a nuestro destino en La Teste de Buch, para visitar la Dune du Pylat.
Pylat es una gran duna formada por la arena natural costera acumulada en el Golfo de Vizcaya, que tiene una longitud de casi 3 kms, y una altura de mas de 100 metros. Está justo entre la costa y el bosque del Parque Natural de las Landas de Gascuña, provocando un espectacular paisaje natural. Aparcamos la autocaravana en el parking, a 8 euros las 4 horas, y cámara en mano iniciamos el ascenso a la cresta de la duna.
Exactamente en el momento en que coronamos la duna, el cielo cayó sobre nuestras cabezas. Comenzó a caernos un tormentón bestial, sin posibilidad de ningún sitio donde podernos resguardar (100 metros de altura, por unas escaleras que tardamos 20 minutos en completar), así que Maribel decidió bajar por la arena a saltos, con las niñas, pero yo, que llevaba la cámara de fotos y aún no la había sacado, decidí aguantar el chaparrón, con la bolsa de la cámara dentro de la camiseta y mi cuerpo curvado para evitar que le cayera agua, para poder fotografiar las maravillosas vistas. Estuve en esa posición poco mas de 10 minutos, tiempo suficiente para empaparme de arriba a abajo (creo que ni en la ducha me habría mojado tanto...), hasta encontrar un pequeño respiro en el que aproveché para hacer cuatro fotos en las direcciones de los puntos cardinales.
Cuando bajé, a los cuatro nos dio un ataque de risa de vernos empapados y llenos de arena hasta la cintura, así que calados pero contentos, nos fuimos a la autocaravana. Nada mas llegar, una ducha y el pijama puesto, de modo que teníamos la opción de seguir pagando 8 euros por las siguientes 4 horas, o salir de allí a buscar un sitio tranquilo donde dormir... Elegimos la segunda opción, y le pedí al navegador el siguiente área de pernocta en ruta.
Desde que bajamos de la duna, no dejó de llover hasta el día siguiente, así que la noche la pasamos, sin bajarnos de la autocaravana, en la bonita localidad francesa Sant Jean Pied de Port, en plenos Pirineos.
A la mañana siguiente, bajo la manta de agua, continuamos nuestro camino hacia casa, pasando por Pamplona, que se encontraba en la recta final de los San Fermines. Ya coincidimos en viajes anteriores con esas fiestas, así que decidimos no perder mucho tiempo y tirar hasta casa, puesto que ya teníamos ganas de abrazar a nuestra fauna que nos esperaba ansiosa.
A las 10 de la noche del día 13 de julio entrábamos a Alovera, después de haber vivido nuestro mejor y mas largo viaje en autocaravana de todos los que hemos hecho hasta ahora. El balance del viaje ha sido 100% positivo: la autocaravana ha tenido un consumo de 10,1 l/100km durante los mas de 5000 kms que hemos hecho, hemos gastado casi 600 euros en gasoil y otros 2500 euros en comidas, bebidas, campings, entradas (Disney, cueva, etc...) y regalos varios. Ya tenemos la mente en los próximos viajes que, si todo va según lo previsto, serán en octubre a Escocia en moto (Maribel y yo solos... nuestro viaje!!) y el año próximo, si hilamos bien las fechas, intentaremos ir a Cabo Norte (Noruega) en la autocaravana.
Un fuerte abrazo a todos y muchas gracias por haber llegado hasta aquí... HASTA SIEMPRE!!
Daniel M.
PD. Todo aquel que tenga interés en ver mas fotos de algún lugar en particular, incluso la colección entera (1.320 fotos), no tiene mas que decírmelo y le envío el enlace de un servidor donde las he colgado.
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Un abrazo,
Mac