Gracias Otto!!!
Llegaste a mi vida sin yo quererte en ella. Tus primeros días en casa te ignoraba o despreciaba porque no quería más perros y te metieron en mi vida a la fuerza. Te llamaba “Puto Perro”, en realidad no con odio, sino con desdén… Sin embargo, en muy poco tiempo te ganaste mi corazón con esa carita que ladeabas cada vez que me dirigía a ti y queriendo estar siempre encima de mí mientras veíamos la tele o trabajaba en el ordenador. El “Puto Perro” pasó a ser un apelativo lleno de amor y complicidad. Respondías a cuando te llamaba así con alegría, moviéndome la colita para que comenzáramos a jugar, como cada día hacíamos. Te has ido muy pronto y me has destrozado el corazón, por supuesto sin tú quererlo… Nunca quisiste que nos pasara nada malo. Nos querías a toda la familia siempre junta!! Cuando nos íbamos a algún sitio, no dejabas que ninguno nos separáramos del grupo, estando siempre pendiente de volver a agruparnos, quizá por restos de una genética de pastoreo. 4 añitos sólo. Muy pro